¿Quieres ser mejor padre o madre? ¡Pregunta!
14/01/2015 - Por
Elena Roger, Pedagoga, Solohijos.com
En ocasiones, no hay tanta distancia entre el padre que
eres y el padre que quieres ser. Los problemas con nuestros hijos están ahí
pero estos no deberían ser la excusa para perder nuestros principios de vida y
adoptar hábitos tóxicos para todos. No solucionan nada y además nos convierten
en personas que nunca habríamos querido ser.
Estar inmersos
en el día a día nos impide mirarnos desde fuera y ver qué aspectos de nuestra
vida deberíamos cambiar para mejorar y ser los mejores padres/personas posibles.
Y lo peor es que en muchas ocasiones creemos que son nuestros hijos los
que deberían cambiar y nuestros hándicaps se vuelven invisibles para nosotros.
O que hemos cambiado porque ellos nos han obligado a cambiar, con cierta
acritud en el tono.
Es por eso que
te proponemos que hagas un esfuerzo de humildad y valentía. Pregúntale a
un familiar, a un buen amigo, a un tutor… en definitiva, a alguna persona de tu
confianza, cuáles son tus puntos débiles como padre, incluso
como persona.
Recuerdo que
cuando se lo pregunté a mi padre me sorprendió escuchar algo
que nunca antes me había dicho: “Elena, escucha a tus hijos, fíjate en
lo que no te dicen y por qué no lo hacen”. ¿Por qué no me lo había
dicho antes? Y me contestó que “nunca antes se lo había preguntado”.
El que no se hace preguntas no busca respuestas, evidentemente, y continúa con
la inercia de creer que todo está bien cómo está.
Un punto
de vista distinto
Un segundo ejercicio,
todavía cargado de más humildad, es hacer la misma pregunta a tus hijos.
Preguntar a un hijo adolescente en qué deberíamos cambiar y cuáles creen que
son nuestros puntos débiles nos proporciona una nueva visión de realidad. Una
información que, aunque cargada de connotaciones emocionales, nos pueden dar
una nueva panorámica de nosotros mismos.
Las respuestas
de mis hijos me han ayudado a bajar la velocidad, a pasar más
tiempo con ellos, a darles más tiempo para pensar y solucionar problemas y a
darles más autonomía, entre otras cosas. Sus respuestas me han ayudado a
entender sus necesidades y mi falta de acomodación a las mismas.
“Pero quién se ha creído que es…”, la reacción cuando
te dicen que proteges demasiado a tus hijos.
Si un buen
amigo te dice que proteges demasiado a tus hijos, lo escucharás
como una intromisión en tu intimidad y te defenderás:“pero quién se ha
creído que es…”, “que mire primero lo que pasa en su casa”, “si supiera lo que
piensan sus hijos de él no se atrevería a meterse en las vidas ajenas…”
Pero si eres tú
quien pregunta, quien tiene interés por conocer y mejorar, esa misma respuesta
la asumirás y la valorarás como positiva, buscando los medios para cambiar si
lo crees necesario. No te defenderás sino que agradecerás su sinceridad.
Una buena amiga
me comentaba indignada que se había enfadado con otra porque ésta le había
dicho que sobreprotegía a sus hijos: ¿Y ella qué sabrá? Que se
preocupe de sus hijos que no hacen más que meterse en líos y suspender… Con
esa actitud defensiva era imposible no solo que se preguntara qué parte de
razón podría tener ese comentario, sino cualquier aportación mía, por lo que
permanecí callada todo el rato.
Una vez
desahogada y viendo que no decía nada, me preguntó si yo creía que tenía razón
y ante esa pregunta sincera no pude nada más que decirle la verdad, que sí que
tenía parte de razón. En esta ocasión, no se enfadó. Sinceramente interesada,
me preguntó para saber más.
Antes de hacer
la pregunta, recuerda debes querer escuchar para aprender de
lo que escuches, creyendo sinceramente que es una oportunidad para descubrir
cosas nuevas de ti. Lo importante no es aceptar ciegamente lo que te dicen sino
escuchar con conciencia para descubrir algo nuevo sobre ti, desde
la perspectiva del corazón.
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